Jueves, 9/9/2021 – Septima etapa: Porto Marín – Santiago de Compostela
Distancia: 95,68 kms. – Tiempo: 6:27:06
La villa jacobea de Sarria, es bastante conocida porque al estar a sólo 100 kms de distancia de Santiago de Compostela, muchos peregrinos la eligen como punto de partida para hacer el Camino de Santiago.
De ahí, que se haya convertido en el kilómetro 0 de su recorrido, por este requisito tan indispensable para conseguir la Compostela.
A pesar de toda esta información y, con la que nos cayó anoche junto al río, preferíamos no salir de aquí con lluvia. Así que decidimos trasladarnos en la autocaravana a otro punto que fuera cercano y estuviera seco.
Elegimos la villa Portomarín, situada a las orillas del río Miño y que transcurre bajo un puente romano. Aquí preparamos las bicis y nos pusimos en camino de conquistar la última etapa.
A pocos kilómetros de la salida, necesitábamos un segundo café, así que paramos en una cafetería. La propietaria, una señora muy amable, nos comentó que precisamente por su ventana, se veía el río que pasaba por allí.
Con unas fotos antiguas, colgadas de las paredes, también nos explicó dónde estaba el antiguo puente del que, hoy en día, sólo quedaban algunos restos y de cómo era el pueblo antes de que el río se lo hubiera llevado tiempos atrás.
Por este motivo, hoy en día es considerado como un pueblo joven, de unos 50 años, pero que guarda un pasado cargado de historias y leyendas.
Dicen que, si se coincide pasar por allí en un día despejado, se puede ver en el fondo del valle los restos del antiguo Portomarín.
Ya espabilados con el café, continuamos la ruta.
Los únicos protagonistas, el camino y la meta
Fue un día bastante durillo porque no faltaron las subidas, pero a su vez se hizo cómodo. El hecho de que fuera el día de la llegada jugaba a nuestro favor.
En todo momento, la lluvia nos amenazaba y al mismo tiempo nos respetaba. Más o menos, en el kilómetro cuarenta y pico, ya hizo acto de presencia. Empezó chispeando y ya decidimos resguardarnos en un bar, donde había más peregrinos a ver si escampaba.
Lejos de quererse marchar, lo que hizo la lluvia fue intensificarse más y más.
Incluso un camino sinuoso, difícil, nos puede conducir a la meta si no lo abandonamos hasta el final (Paulo Coelho)
Aún no habíamos tenido la necesidad del uso del chubasquero. Por este motivo, uno de mis compañeros se lo dejó en su bici, lógicamente fuera del bar y sin techo. Ya se pueden imaginar cómo estaba al salir. Tanto las bicis como su chubasquero se empaparon.
Al ser una parada forzosa, aprovechamos para comer el menú del peregrino: yo en concreto, comí un puré de verduras y unos macarrones con una cervecita.
Y de compañía, algunos peregrinos que se acercaron interesados por el reto y le contamos varias anécdotas. Otros se asombraron de lo contundente de la comida para luego seguir pedaleando.
Algunos nos contaron que ya se quedaban por esa zona, otros que seguían un trozo más y nosotros que teníamos que seguir, sí o sí.
Viendo que la lluvia no cesaba, decidimos finalmente ponernos el chubasquero y continuar.
Cuando está lloviendo, psicológicamente, se hace duro y después de una parada para comer, aún más, porque es volver a arrancar.
Y no es temor a la lluvia, estamos acostumbrados a que, tanto en Tenerife como aquí, la hemos tenido de compañera.
Aunque se nos hiciera pesado, lo que hicimos fue aprovechar y jugar como niños.
Parecíamos “cochinos en una charca”, literalmente, pero felices. Nos comíamos todos los charcos. El barro nos llegó hasta los dientes, lo que hizo que se convirtiera en un día de disfrute. Nos divertimos bastante.
El camino es el que nos enseña la mejor forma de llegar y nos enriquece mientras lo estamos cruzando (Paulo Coelho)
Gozamos de unos senderos espectaculares, con unas bajadas impresionantes, unas subidas infernales, pero muy bonitas por dentro del monte. Esos últimos pueblos, antes de llegar a Santiago eran preciosos.
Se veía mucha más cantidad de peregrinos, efectivamente ya Santiago estaba cerca.
Como anécdota, en una subida llegó la policía local con su coche y se mantuvieron despacito detrás de nosotros hasta que nos la dejaron terminar. En cierto modo, nos hicieron de escolta y hasta nos aportaron un poco de fuerza.
En uno de esos pueblitos, ya de los últimos, nos equivocamos de camino. Al girar por otro complementario, añadimos casi 2 km más a la ruta.
El camino y la meta en la recta final
Y ya por fin, la llegada a Santiago, en la que se vivió una sensación extraña.
Por un lado, al entrar en la ciudad, esperábamos ver esa catedral de Santiago, casi esperando al peregrino.
¡Pues no, no nos estaba esperando, llegas allí y no se ve, debía estar escondida!
Nos metimos por la ciudad de Santiago y como locos buscándola y nada, que no dábamos con ella, así que tuvimos que preguntar a varias personas porque el gps nos jugó una mala pasada, nos metía por unas calles y no había forma de encontrarla.
Hasta que, por fin, nos dijeron cómo llegar. Tuvimos que pasar con nuestras bicis por esas calles peatonales, bastante turísticas, llenas de gente y nosotros con barro por todos lados.
Al final, la llegada fue emotiva porque se cumplió el reto y el deseo de llegar, un alivio muy grande, por haberlo podido completar y no haber tenido ningún percance, ni avería y a la misma vez, se siente algo contradictorio.
Por encima de todo, el llegar sí que fue espectacular y gratificante, pero no es el todo.
Se siente mucha emoción y al mismo tiempo fue como … ¡uuufff! ¿ya se acabó?
Y recuerdas con añoranza todos estos meses de preparativos, de gestiones, de incidentes, de risas y enfados, pero al fin se cumplió lo que se había planeado.
¡Misión cumplida!
En ese momento te das cuenta de que, por algo, se llama el Camino de Santiago.
Porque lo importante son esos 7 días que se está caminando, los 15 o 20 días que se tarde, sea caminando, pedaleando, o en silla de ruedas, como sea, pero no es llegar allí.
Que disfrutes lo que veas, lo que conozcas, lo que vivas durante toda la ruta, ahí es donde está realmente la magia y esencia del camino.
De esta forma, cuando se llegue a Santiago, se pueda ver esa meta sólo como el broche de oro.
Quizás las expectativas en la llegada eran muy altas, pero darse cuenta de lo que es realmente el camino, su verdadero significado, creo que es la lección final para nosotros.
No desprecies el recuerdo del camino recorrido. Ello no retrasa vuestra carrera, sino que la dirige, el que olvida el punto de partida pierde fácilmente la meta (Pablo VI)